miércoles, 25 de abril de 2018

Selección de textos de Lygia Clark - Arte Neo-concreto

Este material nos permite:
 por una parte seguir fundamentando la idea de espacio que trata Boris Groys en diálogo con Ilya Kabakov cuando definen la instalación como categoría paradigmática del arte contemporáneo, y por otra, introducirnos en una problemática que va a desarrollarse en el segundo cuatrimestre que es la relación del arte con la topología. Para entonces vamos a recibir la visita de Dante Poletto, Estela Burone Risso y Ramiro Ladrón de Guevara.

Original en portugués (para poder ver las imágenes y leer todos los textos)


Lygia Clark en la 1ª exposición Neo-concreta 1959

En 1983 se publica, en una edición limitada de 24 ejemplares, el “Libro Obra”, una verdadera obra abierta que acompaña, por medio de textos escritos por la propia artista y de estructuras manipulables, la trayectoria de Lygia desde sus primeas creaciones hasta el final de su fase neoconcreta

1954 Descubrimiento de la línea orgánica
Toda esta investigación comenzó cuando descubrí la línea que aparece cuando dos superficies planas y del mismo color son yuxtapuestas. Esta línea no aparece cuando las dos superficies son de colores diferentes.
Pasé dos años sin trabajar, no sabiendo que hacer con este descubrimiento.


1956
Percibí entonces la relación entre la línea orgánica, usada por mí en las superficies, las líneas de los dinteles de las puertas y también las que separan los tacos unos de otros sobre el piso. Existía una línea-espacio que sólo entonces pude percibir. De ahí, comencé a hacer maquetas de interiores en las cuales esta línea pasó a ser el módulo de las relaciones espaciales.

1959 -
Dentro de la preocupación acerca del borde (marco) unido (ligado) al espacio exterior, realicé un grupo de trabajos a los que denominé Espacio modulado y Unidades.

La superficie geométrica ahora funciona apenas como soporte de desarrollo del proceso de las superficies. El proceso de las superficies evidencia el tiempo dentro del cual este espacio tiene que ser expresado. La línea, incesantemente anulándose a sí misma y apareciendo de nuevo, es como una línea luz.

El espacio de la cinta de Moebius sólo puede ser expresado a través de un plano, por más fino que sea, siempre que se indique en su espesor. El espacio topológico de la cinta de Moebius sería un corte dentro del espacio real que no es lo mismo que una superficie (plano), que es el espesor de este mismo espacio. Siendo así, mi espacio es topológico. Si yo experimento con un hilo de coser hacer un semicírculo y cerrar el círculo dando el movimiento que la línea externa indica, no habrá cinta de Moebius. Una línea sólo puede seer topo del espacio cuando el espacio exterior es considerado. Tiempo y espacio son uno y el mismo: los dos son distintos cuando el volumen es considerado como simple espacio geométrico y no como superficie-proceso. Un movimiento de torsión , y la superficie (plano del espacio) cambia el topo del propio espacio.

1960 – La muerte del plano
El plano es un concepto creado por el hombre con un objetivo práctico: satisfacer su necesidad de equilibrio. El cuadrado, creación abstracta, es un producto del plano. Marcando arbitrariamente límites en el espacio, el plano da al hombre una idea enteramente falsa y racional de su propia realidad. De ahí los conceptos opuestos como arriba y abajo, o derecho y revés, que contribuyen a destruir en el hombre el sentimiento de totalidad. Es la misma razón por la que el hombre proyectó su parte trascendente y le dio el nombre de Dios. Así el colocó el problema de su existencia – inventando el espejo de su propia espiritualidad.
El cuadrado adquiría una significación mágica cuando el artista lo consideraba como un portador de una visión total del universo. Pero el plano está muerto. La concepción filosófica que el hombre proyecta sobre él no lo satisface más, así como la idea de un Dios exterior al hombre.

Al tomar conciencia de que se trataba de una poética de sí mismo proyectada al exterior, el comprendió al mismo tiempo la necesidad de reintegrar esa poética como parte indivisible de su propia persona. Fue también esta introyección la que hizo explotar el rectángulo del cuadro. Ese rectángulo en pedazos, nosotros lo tragamos, nosotros lo absorvemos. Anteriormenmte, cuando el artista se situaba delante del rectángulo, se proyectaba sobre él y en esa proyección cargaba de trascendencia la superficie. Destruir el plano como soporte de expresión es tomar conciencia de la unidad como un todo vivo orgánico. Nosotros somos un todo y ahora llegó el momento de reunir todos los frgamentos del caleidoscopio en el que la idea del hombre fue quebrada, reducida a pedazos.
Caímos en la totalidad del cosmos, formamos parte de ese cosmos, vulnerables por todos lados: arriba y abajo, la derecha y la izquierda, en fin, el bien y el mal: todos conceptos que se transforman.

El hombre contemporáneo escapa a las leyes de gravitación espiritual. Él aprende a flotar en la realidad cósmica como en su propia realidad interior. Él se siente atrapado por el vértigo. Las muletas que lo amparaban caen lejos de sus brazos. Él se siente como un niño que debe aprender a a sostener el equilibrio para sobrevivir. Es la primera experiencia que comienza.

Mondrian
Viendo a Mondrian otra vez, tuve la certeza de que, tomando al cubismo como su punto de partida el percibió los límites de la superficie de la pintura. En 1917, en su obra Más y menos, él ya había invadido los márgenes del cuadro en algunos niveles. En 1918 el comenzó a crear formas con la horizontal y la vertical, como dos líneas blancas componiendo la superficcie que él usaba. Después de un período de 20 años el retorna a ese problema, que es el de liberar a la superficie del cuadro del espacio de la representación. Si tomamos estas obras y las cortamos exactamente por sus líneas divisorias, tendremos superficies completamente vacías, limpias y puras – ellas son áreas completas de espacios no trabajados. Para mí, viendo sus verticales y horizontales, veo que él dividió el cuadro simplemente en sus propias líneas de construcción. Mi propio problema está ligado con esto, cuando virtualmente desplazo la superficie, encontrando el tope del espacio, que es como yo lo llamé. En 1942 con Boogie-Woogie surgen otras cuestiones que abren nuevas posibilidades en el campo de la atomización del color. A mi modo de ver, la gran importancia de Mondrian fue que él limpió la tela del espacio de la representación , y, a partir de ahí, surge un cuestionamiento contemporáneo de este espacio. Nos corresponde a nosotros, buscar formas vivas que escapen completamente del espacio representativo, el cual puede ser usado sólo cuando (en la medida en que) expresan el tiempo del trabajo.
Puedo ver ahora que la participación del espectador en la obra de arte estuvo siempre presente en mi obra. Desde la serie Espacio modificado en adelante, yo creé relieves que incorporaban el espacio real. Toda la construcción interna era dividida por aberturas internas. Estos relieves eran cuadrados y estaban colgados en diagonal en la pared: el cuadrado pasó a tener el papel de “forma ideal”. Lo mismo hoy, cuando me siento agotada, vuelvo siempre al cuadrado como punto de partida.


Bichos de bolso - 1966

Bichos – 1960
Es ese el nombre que le di a las obras de este período, pues su carácter es fundamentalmente orgánico. Además de eso, la bisagra que une los planos me hace pensar en una espina dorsal.

La disposición de las placas de metal determina las posiciones del bicho, que a primera vista parecen limitadas. Cuando me preguntan cuantos movimientos puede hacer el “bicho”, respondo: “Yo no sé, usted no sabe, pero él sabe...”

El “bicho” no tiene revés

Cada “bicho” es una entidad orgánica que se revela totalmente dentro de su tiempo interior de expresión. Él tiene afinidad con el caracol y con la concha. Es un organismo vivo, una obra esencialmente actuante. Entre usted y él se establece una integración total, existencial. En la relación que se establece entre usted y el bicho no hay pasividad, ni suya ni de él.

Acontece una especie de cuerpo a cuerpo entre dos entidades vivas.

Acontece una realidad, un diálogo en el que el “bicho” tiene respuestas propias y muy bien definidas a los estímulos del espectador.
Esa relación entre el hombre y el bicho, anteriormente metafórica, se vuelve real.

El “Bicho” tiene un circuito propio de movimientos que reacciona a los estímulos del sujeto. Él no compone formas independientes y estáticas que pueden ser manipuladas a voluntad e indefinidamente como en un juego. Al contrario: sus partes se relacionan funcionalmente, como las de un verdadero organismo, y el movimiento de estas partes es interdependiente.

En esta relación entre usted y el “Bicho” hay dos tipos de movimientos. El primero, hecho poor usted, es puramente exterior. El segundo, del “Bicho”, es producido por la dinámica de su propia expresividad. El primer movimiento (que usted hace) nada tiene que ver con el “Bicho”, pues no pertenece a él. En compensación, la conjunción de su gesto con la respuesta inmediata del “Bicho” crea una nueva relación y eso es posible gracias a los movimientos que el puede (sabe) hacer: es la vida propia del “Bicho”


El vacío pleno – 1960

Una forma sólo tiene sentido por su estrecha relación (unión) con su espacio interior (vacío-pleno).
La percepción de lo que llamo vacío-pleno, me surgió en el momento en que abriendo un canasto comprendí bruscamente la relación de totalidad que unía el interior con la forma externa.

Caminando - 1964
Me dio a entender (..) que toda transferencia en el objeto debía
ser expulsada, incluso en un objeto que pretendiese existir tan sólo
para subrayar lo absurdo de toda expresión

“Caminando” es el nombre que di a mi última propuesta. A partir de ahí, atribuyo una importancia absoluta al acto inmanente realizado por el participante. En “Caminando” están todas las posibilidades unidas al acto en sí: permite la decisión, lo imprevisible, la transformación de una virtualidad en un emprendimiento concreto.

Haga usted mismo un “Caminando” con la tira blanca de papel que envuelve este libro, corte la a lo largo, tuerza y pegue de manera de obtener una cinta de Moebius. Tome entonces una tijera, diriga una punta a la superficie y corte continuamente en el sentido longitudinal. Tenga cuidado en no caer en la parte ya cortada – lo que dividiría la cinta en dos pedazos. Cuando usted haya dado una vuelta a la cinta de Moebius, elija entre cortar a la derecha o cortar a la izquierda del corte ya hecho. Esa noción de elección es decisiva y en ella reside el único sentido de esta experiencia. La obra es en sí acto. A medida que se corta la cinta, ella se afina y se desdobla en entrelazamientos. Al fin, el camino es tan estrecho que no puede separarse más. Es el fin del atajo.

(Si yo utilizo una cinta de Moebius para esta experiencia es porque ella quiebra nuestros hábitos espaciales: derecha-izquierda, anverso-reverso, etc. Ella nos hace vivivr la experiencia de un tiempo sin límite y de un espacio contínuo.)

Cada “Caminando” es una realidad inmanente que se revela en su totalidad durante el tiempo de expresión del espectador-autor.
Inicialmente, el “Caminando” es apenas una potencialidad. Ustedes y ella formarán una realidad única, total, existencial. Ninguna separación entre sujeto y objeto. Es un cuerpo a cuerpo, una fusión. Las diversas respuestas surgiran de sus decisiones.

A la relación dualista entre el hombre y el “bicho” que caracterizaba las experiencias precedentes, sucede un nuevo tipo de fusión. Al ser la obra el acto de hacer, usted y ella se transforman en algo totalmente indisociable.

Existe apenas un tipo de duración: el acto. Es el acto lo que produce “Caminando”. Nada existe antes y nada después.

Siempre que inicio una nueva fase de mi trabajo siento todos los síntomas de un embarazo. Y luego que la gestación comienza, sufro verdaderas perturbaciones físicas como el vértigo, por ejemplo, hasta el momento en que consigo afirmar mi nuevo espacio-tiempo en el mundo. Esto sucede en la medida en que llego al punto de identificar, reconocer esa nueva expresión de mi obra en mi día a día. En “Caminando”, por ejemplo, sólo pasó a tener sentido para mí cuando, atravesando el campo en tren, sentí cada fragmento del paisaje como una totalidad en el tiempo, siendo una totalidad, haciéndose sobre mis ojos, una inmanencia del momento. Era el momento la cuestión decisiva.

Otra vez, contemplando el humo de mi cigarrillo, sentí como si el propio tiempo fuese incesantemente su propio camino, aniquilándose y rehaciéndose en un tiempo contínuo....Ya experimenté eso en el amor, en mis gestos. Y cada vez que la expresión “caminando” surge en la conversación, nace en mí un verdadero espacio y me integro en el mundo. Me siento a salvo.
Pienso también que mis tentativas arquitectónicas, nacidas al mismo tiempo que “Caminando”, querían ser una unión con el mundo colectivo. Se trataba de crear un espacio-tiempo nuevo, concreto – no sólo para mí, sino también para los otros.
Haciendo esas arquitecturas, sentí un gran cansancio, como si hubiese trabajado toda una vida. Un cansancio provocado por la absorción de una nueva experiencia. De ahí, algunas veces, esa nostalgia de ser una piedra húmeda, un ser-piedra, la sombra de un árbol, al margen del tiempo.

Sobre el acto – 1965
El adentro y el afuera 1963

...Otro sueño: en el interior, que es el exterior, una ventana y yo. A través de esa ventana, deseo salir hacia afuera, que para mí es adentro. Cuando despierto, la ventana del cuarto es la del sueño, el adentro que yo buscaba es el espacio del afuera. De ese sueño nació el Bicho que llamé El adentro es el afuera. Es una estructura de acero inoxidable, elástica y deformable. En medio de la estructura existe un vacío. Cuando la manipulamos, ese vacío interior da a la estructura aspectos completamente nuevos. Considero el adentro y el afuera, el resultado de mis investigaciones sobre el Bicho (inmediatamente antes de El adentro es el afuera, hice un Bicho sin bisagras que llamé El antes es el después).

...Muchas veces me acerqué a la ventana de mi cuarto buscando el espacio exterior como si fuera el “adentro” Tengo miedo del espacio, más a partir de él me reconstruyo. En las crisis el se me escapa. Es como si jugáramos – él y yo- al gato y al ratón, a perder y ganar.
Yo soy el antes y el después, soy el futuro en el presente.
Soy el adentro y el afuera, el derecho y el revés.

Lo que me toca en la escultura “Adentro y afuera” es que ella transforma la percepción que tengo de mí misma, de mi cuerpo. Ella me modifica, estoy sin forma, elástica, sin fisonomía definida. Sus pulmones son los míos. Y la introyección del cosmos. Y al mismo tiempo es mi propio yo cristalizado en un objeto en el espacio. “Adentro y afuera”: un ser vivo abierto a todas las transformaciones. Su espacio interior es un espacio afectivo.
En su diálogo con mi obra “Adentro y afuera”, el sujeto actuante reencuentra su propia precariedad. Tampoco él -como el “Bicho”- tiene fisonomía estática que lo defina. Él descubre lo efímero por oposición a toda especie de cristalización. Ahora el espacio pertenece al tiempo continuamente metamorfoseado por la acción. Sujeto-objeto se identifican esencialmente en el acto.
...
Nosotros somos una totalidad espacio-temporal. En el acto inmanente no percibimos límite temporal. Pasado, presente y futuro se mezclan. El después en el acto que se está haciendo. Si el tiempo vive en el momento del acto, lo que proviene del acto es incorporado en la percepción del tiempo absoluto. No existe distancia entre pasado y presente. Cuando miramos para atrás, el pasado anterior y el pasado reciente se funden.

Tal vez esto no sea claro. Más la evidencia de la percepción que tuve es lo único que importa.

A propósito de la magia del objeto 1965
Cuando un artista usa un objeto de la vida cotidiana (ready made), piensa dar a ese objeto un poder poético. Mi “Caminando” es muy distinto. En ese caso, no hay necesidad de objeto: es el acto el que engendra la poesía.

¿Qué es lo que pasa entonces tan importante como en el ready-made? En él, encontramos aún, a pesar de todo, toda transferencia del sujeto al objeto, separación de uno y otro. Con el ready-made, el hombre aún tiene la necesidad de un soporte para revelar su expresividad interior. Pero eso ya no es más necesario hoy, pues la poesía se exprime directamente en el acto de hacer.

¿Cuál es entonces el papel del artista? Dar al participante el objeto que no tiene importancia en sí mismo y que sólo tendrá en la medida en que el participante actúe. Es como un huevo que sólo revela su substancia cuando lo abrimos.

Me pregunto si después de la experiencia de “Caminando” no tomamos más conciencia aún de los gestos que hacemos – hasta los más comunes. Puede ser que eso se vuelva imposible, porque eso exige que que nos apartemos a priori de toda significación práctica e inmediata de esos gestos.

La primera vez que corté un “Caminando”, viví un ritual muy significativo en sí mismo. Y deseé que esa misma acción fuese vivida con la mayor intensidad posible por los futuros participantes. Es necesario que ella sea puramente gratuita y que usted no quiera saber –cuando esté cortando – lo que va a cortar después y lo que ya cortó.

Es necesario concentrarse y una voluntad, ingenua tal vez, de aprehender lo absoluto por el acto de hacer el “Caminando” conservando la gratuidad del gesto. El acto de “Caminando” es una propuesta dirigida al hombre, cuyo trabajo, cada vez más mecanizado, automatizado, perdió toda la expresividad que tenía anteriormente, cuando el artesano dialogaba con su obra. Tal vez el hombre no haya perdido esa expresividad en su relación con el trabajo -al punto de tornarse totalmente extraño a él- y pueda hoy redescubrir su propio gesto revestido de una nueva significación. Para que este cambio ocurra en el arte contemporáneo, es necesario algo más que la simple manipulación y participación del espectador. Es necesario que la obra no cuente por ella misma y que sea un simple trampolín para la libertad del espectador-autor. Él tomará conciencia a través de la propuesta que le ah sido ofrecida por el artista. No se trata aquí de la participación por la participación, ni de la agresión por la agresión, sino de que el participante de un significado a su gesto y de que su acto sea alimentado por un pensamiento, en este caso enfatizando su libertad de acción.

Cuando la obra se presentaba concluída (la obra de “arte”) el espectador podía apenas intentar descifrarla -y a veces eran necesarias varias generaciones. Era un problema de élite. De hoy en adelante, con el “Caminando”, es en el instante mismo en que hace el acto que el espectador percibe inmediatamente el sentido de su propia acción. Es una comunicación más directa. No es más un problema de élite.

Por otro lado, la obra antigua -el objeto cerrado sobre el mismo – refleja una experiencia ya pasada, vivida anteriormente por el artista. En tanto ahora, la importancia está en el acto de hacer, en presente. “El arte se transforma en el ejercicio espiritual de la libertad. El acontecimiento de la libertad es también la realización del arte” (Mario Pedroza) Se llega a la obra anónima – cuyo sentido (¿nombre?) es apenas el acto del participante.

El artista se disuelve en el mundo. Su espíritu se funde con el colectivo, permaneciendo él mismo. Por primera vez, en vez de interpretar un hecho existente en el mundo, se cambia ese mismo mundo por una acción directa.

Aunque esa proposición no sea considerada una obra de arte, y aunque tome con escepticismo lo que ella implica, es preciso hacerla. A través de ella, el hombre se transforma y profundiza, aunque él no quiera o no lo sepa. Es cierto que aquí el artista abdica un poco de su personalidad, pero por lo menos ayuda al participante a crear su propia imagen y a alcanzar, a través de esa imagen, un nuevo concepto del mundo. Ese desarrollo es extremadamente importante, pues es diametralmente opuesto a la despersonalización – que es una de las características de nuestro tiempo.

Si la pérdida de la individualidad es de cierta manera impuesta al hombre moderno, el artista le ofrece una revancha y la ocasión de encontrarse. Al mismo tiempo en que se disuelve en el mundo, en que se funde en lo colectivo, el artista pierde su singularidad, su poder expresivo. Él se contenta en proponer que los otros sean ellos mismos, y que alcancen el estado singular del arte sin arte.

Nosotros rechazamos – 1966
¿Qué pasa a mi alrededor? Todo un grupo de hombres ve claramente que el arte moderno no comunica y se torna cada vez más un problema de una élite. Entonces se vuelcan para el arte popular -esperando así reducir el fozo que los separa de la mayoría. Consecuencia: ellos rompen los lazos que los ligaban al desarrrollo del arte universal y se rebajan a una expresión de carácter local.

Veo otro grupo que siente lúcidamente la crisis de expresión moderna. Los que forman parte de él intentan negar el arte – pero no encuentran otra cosa para expresar esta negación más que las obras de arte.

Pertenezco a un tercer grupo, que intenta provocar la participación del público. Esa participación transforma totalmente el sentido del arte como lo entendíamos hasta hoy. Eso porque:

rechazamos el espacio representativo de la obra como contemplación pasiva;

rechazamos todo mito exterior al hombre;

rechazamos la obra de arte como tal y ponemos más énfasis al acto de realizar una proposición;

rechazamos lo permanente como medio de expresión. Proponemos el tiempo mismo del acto como campo de la experiencia. En un mundo en el que el hombre se vuelve extraño a su trabajo, nosotros incitamos, por la experiencia, a tomar conciencia de la alienación en que vive;

rechazamos toda transferencia en el objeto - incluyendo el objeto que pretenda tensionar exponiendo el absurdo de toda expresión;

rechazamos al artista que pretenda transmitir a través de su objeto una comunicación integral de su mensaje, sin la participación del espectador;

rechazamos la idea freudiana del hombre condicionado por su pasado inconsciente y enfatizamos la noción de libertad.

Proponemos lo precario como un nuevo concepto de existencia contra toda cristalización estática permanente.

Nosotros somos los propositores – 1968
Nosotros somos los propositores: nosotros somos el molde, cabe a usted soplar dentro de él el sentido de nuestra existencia.

Nosotros somos los propositores: nuestra proposición es el diálogo. Solos, no existimos. Estamos a su merced.

Nosotros somos los propositores: enterramos la obra de arte como tal y llamamos a usted para que el pensamiento viva a través de su acto.

Nosotros somos los propositores: no le proponemos ni el pasado ni el futuro, sólo el ahora.

¿Estamos domesticados? 1968
Si yo fuese más joven, haría política. Siento esa voluntad. Integrada a los demás.

Antes, los artistas eran marginalizados. Hoy, nosotros, los propositores, estamos muy bien ubicados en el mundo. Conseguimos sobrevivir – apenas proponiendo. Hay un lugar para nosotros en la sociedad.

Existe otro tipo de personas que prepara lo que va a acontecer, otros precursores. A ellos, la sociedad continúa marginalizando. En Brasil, cuando hubo una pelea con la policía yo vi a un joven de 17 años que era asesinado (coloqué su foto en la pared de mi taller), tomé conciencia de que el cavó con su cuerpo un lugar para las generaciones posteriores. Esos jóvenes tienen la misma actitud existencial que nosotros, lanzan procesos de los cuales no conocen el fin, abren camino donde la salida es desconocida. Pero la resistencia de la sociedad es mayor y ella los mata. Es porque ellos actúan más de lo que nosotros. . Lo que tratan de de forzar es tal vez más esencial. Son incendiarios. Son los que cambian el mundo. En cuanto a nosotros, a veces me pregunto si no estamos un poco domesticados. Eso me molesta


No hay comentarios:

Publicar un comentario